De un duelo a otro...
No sé cómo expresarles todas las emociones que me
embargan desde que llegué a Venezuela, debo decir que me han atendido muy bien,
desde el agente en inmigración, el chófer del autobús al hotel, en el hotel y
luego el chófer que nos trajo a Caracas, no podía esperar menos, hemos sido
siempre un pueblo amable.
Iniciamos nuestro camino desde Maiquetía a
Caracas. Mi asombro se queda inerte tras cada metro que andamos en el coche,
pues mi cuerpo se llena de aires y recuerdos, de sentimientos añorados y de un
cúmulo de muchas cosas. Mis ojos tratan de no mirar, pero, me es imposible
estar ausente; deterioro, una miseria que arropa cada pedazo de montaña, cada
rostro, cada espacio donde alcanzo la mirada, puestos de controles militares,
persona que a nuestro pasar diviso, no reflejan mucha alegría, tan solo una
conforme y pesada situación, una pena no oculta, pero si, callada. Pasamos los
túneles boquerón 1, 2 y el último que por fin me deja apreciar de nuevo … ¡Caracas!...
¡Vaya, que alegría, y al mismo tiempo que tristeza tan agobiante, un paisaje
dantesco y lleno de mucho gris y más deterioro, descuido, pinturas llenas de
canas y falta de colores, y todo eso que tan bien ha llevado a cabo esta “gran
revolución”, continuamos nuestro trayecto, pasamos al lado del Paraíso, donde
desde muy pequeño, paseaba y jugaba, en aquella época, y bien recuerdo, allí,
vivió mi abuela, una casa que quedaba bajando la siguiente calle doblando a la derecha,
justo al pasar la entrada principal del Estadio Nacional. Muchos recuerdos de
aquella Caracas de los años 60.
Continuamos, me recibe a mi derecha San Agustín
Sur, con sus modernas telecabinas, por cierto; vacías. Bien recuerdo mis
visitas al maestro Octavio Tour, pintor venezolano, quien vivió o vive allí, no
lo sé. En aquellos tiempos, subimos caminando entre sus calles y su gente, en
esa oportunidad visitarle y conocerle, gracias a mi querida suegra. He de
confesar que tengo y disfruto de algunas de sus obras en las paredes de mi
casa, pero hoy, a diferencia, es que todo se ve tan gris y tan deplorable que
no mi imagino siquiera asomar mis pies sobre alguna de sus calles, es realmente
escalofriante.
A mi Izquierda, resalta, imponentes, gigantescas
como las recordaba; “Las Torres
Gemelas de Parque Central o Torres de Parque Central”: son dos rascacielos de 225 m
de altura y 60 pisos, esta última es el segundo rascacielos más alto de Sudamérica después de la Gran Torre Santiago, parte del complejo comercial Costanera
Center, sin embargo, ostentaron el título de las
más altas de Latinoamérica desde 1987, año en que se le redujo la altura a
la Torre Pemex. Hoy día, han perdido todo ese imponente
brillo que de sus lucientes ventanas apreciábamos, abandonadas y constantes “obras
inconclusas”. Están así a consecuencia de los variados incendios y siniestros
ocurridos; el primero el 17 de Octubre de 2004, luego el 6 de Diciembre de 2012
y el último el 12 de Noviembre de 2013, y para extrañar, todos en oficinas o
entes nacionales donde se almacenaban importante información, el del 2004, se
calcinaron los pisos donde se
ubicaban importantes oficinas del Gobierno
Nacional, la del Ministerio del
Interior y Justicia, Ministerio de
Infraestructura y de la ONIDEX
(actual SAIME), entre otras, no hay que pensar
mucho para sacar alguna conclusión al respecto.
Hoy las adornan sus cantidad de ventanas sin
cristales, abandonadas al deterioro y a la programada incompetencia de la
“revolución”, pareciera que tuviesen los ojos abiertos de asombro y llenos de
pena… aquellas que fueron un icono urbanístico y un centro donde además se
conjugaban con mucho gusto y armonía, la cultura; justo, en este hermoso
complejo, además se encuentran; el Teatro Teresa Carreño, el Museo de los
Niños, el Museo de Arte Contemporáneo y una gran muestra de centros culturales,
hoy como todo, en pleno proceso de deterioro. Sigue mi sentir y mi lamento
llenando de lágrimas mis recuerdos, que, por momentos, creo no estar en
Venezuela, avenidas solas, calles vacías y a oscuras, sin luces, todo lleno de
la peor de las suciedades, descuidadas y llenas de mucha hierba, tan mala como esa
que nos ha llevado a todo esto.
Más adelante, a mí derecha, aquel hermoso Jardín
Botánico, donde más de una vez pasie y me senté a mirar el día y apreciar la
naturaleza, hoy, un perfecto lugar donde delinquir, donde la maleza se expande,
descuidado y según me han dicho (no lo pude corroborar), habitan en carpas
muchos venezolanos, esos que creyeron o no sé si aún creen, que “tomando” los
espacios ajenos, como suyos, por tan solo el hecho de invadir, están abonando
las semillas para una Venezuela mejor, que equivocados y ciegos son; no existe
mayor error, y aún continúan, bajo la misma premisa, ya no sé cómo llamarles;
creyentes, ingenuos, necesitados, oportunistas, locos!.... me parece imposible
que hoy aún sean capaces de creer que viven, tienen y tendrán un futuro mejor
(??).
No dejo de asombrarme. Y eso que apenas he podido
ver algunas cosas. ¿Como estará todo aquello que nos es ajeno y prohibido a
muchos?, Pobre mi país, mi gente, mi angustia, mis recuerdos.
Un día más, otras vías, otros lugares, cuando se
despierta un poco más el bullicio de la gente y se asoman algunos sonidos, doy
otro giro a mi vista, e intento ser objetivo en todo lo que observo; es que
observar, siempre se me ha dado bien, y ahora, frente a mí, coches
(vehículos/carros) de los años 60, 70, 80, 90... Creo de todos los tiempos,
algunos nuevos, otros ya andando sobre sus viejas carrocerías, inundados de
mucho óxido... Calles, avenidas tan descuidadas, que el propio asfalto se ha
confundido y resquebrajado con tantas grietas, huecos.... me recuerdan la
tierra de algunos desiertos; secos, muertos y agrietados. Un trecho conocido,
aquella carretera que desde casa más de una vez recorrimos para bordear la
salida a la autopista, esa que pasa justo frente a la Universidad Simón
Bolívar, otro de nuestros preciados iconos de enseñanza, ... Ni tan siquiera es
aquello de hace tiempo, el trayecto, transcurre entre más de lo mismo; huecos,
suciedad, deterioro, .... continuamos y como siempre pasamos por lo que antes
era el peaje de tazón (ya no existe), hoy día, un lugar donde el mercado y la
venta ambulante se confunde entre el puesto de policía y un sin fin de
simbolismos, mensajes y abandonadas cacetas, todo lleno de más "revolución"
y más vendedores ambulantes (algo muy típico en Venezuela).
Iniciamos el trayecto, desde Caracas hasta
Valencia, las mismas condiciones y el mismo dantesco escenario; sucio, falta de
mantenimiento, huecos, postes sin luz, postes sin postes, señales oxidadas,
deterioradas o inexistentes, y esto tan fuerte que he sentido desde que llegué,
un sentimiento tan abrumador y a veces temeroso de que algo está por pasar
(espero que no). Justo y después de varias curvas, a mi derecha, la popular y
famosa fuente de agua, donde muchos conductores llenan sus botellas de la que
por tradición se cree milagrosa, pura y saludable... Más adelante, a mi
izquierda, luego de pasar por oscuros y tenebrosos túneles, aparece una majestuosa
vía para un tren que nunca, llegó a transitar, es algo realmente impactante,
pues está a unos 2 o 3 metros sobre el nivel de la carretera, y con unas
sólidas y reforzadas vigas de acero y toneladas de concreto, y con sus vistosos
carteles publicitarios “Obra de la Revolución”, más propaganda, vaya obra de la
revolución, bueno, cuántos millones de dólares se habrán gastado?, cuántos
repartidos? y cuántos robados?... un misterio como todos de estos nefastos de
revolución.
Nos sigue el concreto; túneles, rieles,
durmientes al sol, apostados en perfecto orden, eso sí, en total y abierto
abandono, porque nunca llegarán a pasar sobre ellos tren alguno... sigue el
asombro y la tristeza, ahora estamos pasando por una zona conocida; Maracay,
cuántos kilómetros recorrí a diario para llegar a esta ciudad, vivía en
Valencia, trabajé aquí, disfruté de unos excelentes 4 años.
Contemplo a mi paso desde la autopista, un mar de
galpones vacíos (aquella flamante Zona Industrial), en ruinas, donde alguno que
otros negocios se mantienen detenidos en el tiempo, y de pronto, que sorpresa; recuerdan
aquella fábrica de coches para bebe, pues si, allí estaba aún aquel gigantesco
coche de publicidad, saludando, aunque algo viejo y sin mucho color, que
nostalgia. Ahora la base aérea, toda llena de monte (seguro algunas culebras
también), pero, nada que ver con aquella que tantas veces desde acá miré y que
en una visita que le hice a una amiga, pude apreciar un poco sus instalaciones.
El Túnel la Cabrera, he de decir que muchas veces
y debido a su antigüedad tendía a deteriorarse, pero, de la misma forma, lo
reparaban. Hoy es un acertijo de huecos, oscuro y más peligroso de transitar
que en mis tiempos, luego, al salir del túnel, el viaducto, que nos recibe con
tan solo un canal en servicio y con doble sentido de circulación, el otro lo
tienen cerrado, me comentan que reparando (pude ver solo a un operario
trabajando), a ese ritmo, creo culminan antes las obras de la Sagrada Familia
en Barcelona, y eso que esta la llevan poco a poco.
Continuare luego, por lo pronto sigo ordenando mis
sentidos y tragando todo esto; mi bella Venezuela, que no te han hecho.
F. Jiménez
Comentarios
Publicar un comentario